Tantos siglos, tantas décadas, tantas veces: ¿quién fue el primero en empezar esta batalla?, ¿ángeles o demonios?
Todo se remonta tan solo a una pregunta, quién pueda responderla será el único rey de los cielos y los infiernos.
Todo se remonta tan solo a una pregunta, quién pueda responderla será el único rey de los cielos y los infiernos.
Cuentan los libros de los ancestros que hubo un único rey en todo el cielo y tierra con sangre humana y alma de ángel. Se dice que nació cuando los truenos rompieron la fe y esperanza de la gente, envolviéndolos en la oscuridad y dando vida al mal supremo. Así naciendo dos reyes que serían uno solo.
El 4 de Octubre fueron engendrados los dos niños. Cada uno en un lugar distinto, pero con el mismo alma, compartiendo la misma vida, unidos por el hilo del destino; o eso decía la historia. Las lluvias de Octubre rompían el silencio del hogar, haciendo llorar al bebé recién nacido, manchado con la muerte de su madre. Aquellos ojos azules, que se cerraban lentamente, dejando caer la última gota de vida convertida en lágrima y juntada a un suspiro, se despedía de la vida y del recién nacido al que no tuvo oportunidad de amar y proteger. El charco de sangre que emanaba de su corazón se volvía cada vez más grande, hasta llegar a los pies del rey, que lloraba siendo acunado por los truenos de afuera, en la soledad de la noche. Mientras el cielo lloraba ahogando los gritos del bebé, el viento se abría paso por las ventanas, acariciando al rey, y mostrando entre destellos de truenos, la mirada de una mujer de cabellos dorados, que mostraban vacío, un sentimiento que se tragaba la felicidad. Una vida viene y otra se va, decía la mujer enfrente del niño, con las manos tintadas de sangre, extendiéndolas hacia el recién nacido, marchándose del lugar con el corazón destrozado.
Corría bajo la lluvia, empapando su cabello dorado; como si el de una diosa fuese, escondiendo las lágrimas entre las gotas que limpiaban el dolor de su corazón, entregando al mundo una luz que proteger y guiar hasta la mayoría de edad. Entonces el mundo dejaría paso al destino y a la muerte, y la vida retrocedería, abriendo paso a lo que siglos de historia predijeron.